Selección de Jennifer García Acevedo
Yanina Audisio
COMO SI HUBIÉRAMOS ALCANZADO LA VICTORIA, alguna victoria que fue antes una luz temerosa en la pared de la casa más abandonada o de la espalda más fuerte que hubieras aferrado de serte concedida.
Como si no pudiéramos salir de una viciosa distracción, alguna distracción que será después la trampa menos esperada, la adherencia de un cuerpo que responde a lo que responde, la lealtad feroz de una ternura desobedecida.
EL ANIMAL SINGULAR QUE COMPONGO para rodear al tuyo sufre de extrañas picazones. Si alguien nos mirara no entendería qué hace un ave acuática peleándole al barro el rocío. Pero nadie nos mira. Esa falta de un ojo en lo alto te hace temblar: las leyes aquí son nuestras. Nos alimentamos con la fruta de la desesperación, dulce en mí, amarga en vos. El animal que no soltás celebra funerales. Si alguien nos mirara no entendería qué hace un búho despierto por la tarde. Pero nadie nos mira. Esa falta de mundo me hace temblar: las culpas aquí son nuestras. Y el paisaje no tiene escapatoria como no tiene nidos ni tiene guaridas, los animales que componemos van a cegarse enteros hacia la sucia luz.
Raquel Jaduszliwer
Ya viste cómo se hunde la luz en sus esporas,
cómo la absorben íntegra y cómo fuiste testigo
de un desvanecimiento, de bruces, boquiabierto
ante la cualidad bifronte que reside en las cosas.
Porque las cosas están de un solo lado. Del otro,
en su lugar queda un cuenco de hierro,
una vasija para que deposites tu pregunta,
una moneda por la que nada te darán.
Y hay un cono de sombras con su luz más tardía
y hay un manto pesado. La noche
terminará arrojándolo sobre nuestras cabezas,
como en cámara lenta, en círculo y en cruz.
*
Padre,
entonces cómo haremos
para seguir hablando de la luz.
Estas son las semillas de una especie cansada,
flotan por encima de la realidad. Se supone que es hora
de salir a la búsqueda de un carbón encendido,
de una yesca en su punto lumínico,
de una iluminación. Algo con qué alumbrar
aunque traiga el incendio.
Gisela Galimi
Tengo en la manga del saco
una moneda.
No está del lado de las cosas,
se ubica entre el paño y el forro
en ese espacio extraño
donde puedo palparla
nunca más
veré su brillo
tocaré el metal
o la dejaré partir.
No tengo idea de cómo
llegó hasta ese sitio
pero alguien debe haber cosido
el camino de vuelta
porque no logro
encontrarle una salida.
La tomo en mi mano
pero no la toco
siento la dureza
acaricio el canto
y reflexiono:
así vos después de la muerte,
en ese espacio extraño
del otro lado de las cosas
siempre a la altura de mi mano
eternamente lejos.
*
Desde niña me acompaña una muñeca
como yo rosa y blanca,
a veces fría.
Con forma de extranjera carga
baldes de agua en la manos tensas.
Mi hijo le escribió una mañana
con crayón sobre la cerámica
"linda es la que lucha"
y después
lo borró
por un pudor atávico
de seguir hombre dando indicaciones.
Al limpiarla estos días se rompieron
las cuerdas doradas
que unían los baldes a las manos
Pensé con qué remplazarlas:
si cordones más pobres,
si hilos de agua.
Tras meditar un rato la tarea
decidí que es bella así
sin hacer nada
con derecho a ser amada sin esfuerzo.
Mientras escribo
ambas descansamos.
Marta Miranda
NO RECUERDO LA SONRISA DE MI PADRE
Aunque la enfermedad lo devoraba
siempre ponderé
la belleza de mi padre:
sus grandes ojos
sus manos alargadas
el aire irónico con que miraba el mundo
Desde su silla de ruedas
si alguien cometía una torpeza,
cosa frecuente dado el lugar
las circunstancias,
si me miraba en esas circunstancias
sonreía calladamente
yo tomaba ese gesto como una señal de bienvenida,
de ser parte de su mundo
Sin embargo
no recuerdo su sonrisa, digo,
lo material
de su sonrisa
¿Sus dientes eran amarillos
o parejos?
En el recuerdo
la sensación es de felicidad
pero la imagen congelada
al mirarme
es la sonrisa que ofrecemos al perro abandonado
que al cruzarnos en la calle nos sigue
mueve la cola, no nos muerde
Creo que es suficiente
con saber que mi padre sonreía
más allá del recuerdo
para poder creer en la regla de bondad
de todas las sonrisas
de todos los perros
de todos los padres de este mundo.
EN EL REFUGIO
Sentadas una junto a la otra, descalzas
todavía mojadas por la lluvia
miran el trajinar de hombres y mujeres
buscando un rostro en donde anclar
Todo es nuevo
la ropa que se han puesto, las mantas
las tazas en las que ahora toman el café
objetos
que aferran temblorosas
como si hubiesen perdido la costumbre
de tener entre las manos
algo que les pertenezca
Una peineta en forma de mariposa
guardada con esmero en el fondo del morral
es toda la certeza
de que hubo alguna vez
un fogón, una mañana
Por fuera de la casa
la vida siempre será prestada
cargados en la espalda
sólo los fantasmas viajan
de una población
a otra.
Ana Arzoumanian
I
Todo comenzó con una mentira,
fumigando.
Bocanadas de tufo entre las manos,
la combustión de los mazazos
sobre el país vaciado
de los cuerpos;
el golpe religioso
de la desinfección.
II
Lo malo en ella era
que respiraba por la herida,
ese punto ciego llagado de la piel,
la estopa pelviana de sus pelos.
Un soplido hurga en los recodos
y salvo el retardo,
la esquiva deserción de las batallas,
nada se deja sentir.
Lo malo en ella era
que un grosor amontonado de la sed
la tocaba en lo vivo.
Y ahí, en la pequeñez,
en la nonada del resguardo,
es tieso cada instante
en el que ella cierra en falso
la rozadura
III
Tienda de carne
y dedos pegoteados
en sangre seca,
moscas que zumban
sobre tripas,
y el agotado semen magro
que se le zampa y le apesta.
En lo preñado de sus vísceras
el maternal inventario íntimo
del desamor.
María Casiragui
LOS PADRES
Entrar por atrás a la casa sin avisar a nadie,
mirar por la ventana de afuera,
como una espía.
Ver así, a tus padres de espaldas
mirando la televisión a medianoche,
sus nucas siamesas
atestiguando la misma balsa
los mismos duelos de vaqueros
mientras afuera gira el mundo su ruleta rusa
ellos se resguardan
en su casa de leche y su sillón de azúcar.
Ya ni recuerdas por qué has ido.
También tienes tu película,
frente a tus ojos.
La película más larga de tu vida.
Ellos, en esa casa tan grande,
tan silenciosa, esa que antes desbordaba.
Ellos, se están dando la mano
tienen el pelo blanco
quizás se han peleado esa tarde,
quizás todavía estén peleando.
Verlos así, tan claramente
y no poder mostrarles el espejo
ni girarles
el sillón
al infinito.
*
VIII
En estas intemperies
quien persigue un ave
se exilia de sí mismo.
Es un triste que no puede verse hombre
un hombre que no puede verse triste.
Por eso se le acerca
con lentes, con lupas, con disparos
creyendo que sólo por volar, las aves son felices.
Pero no caben, juntos, el triste y el ave
en el reflejo del lago
su sombra
eclipsa nuestra sombra
y todo lo que éramos.
El aire no alcanza
La tierra no alcanza.
El infinito
(de quedarse solo)
tampoco soportaría la eternidad.
Ana Guillot
La muerte en off
es ese campo neutral
donde todo permanece
inalterable
la viuda corre el grito
sin garganta
-el grito que no cesa
el grito-
pasos y pueblos, kilómetros distantes
sólo para conseguir
cebollas en el vientre
algo de carne en los bolsillos
la muerte en off
es el aterrador silencio
que acota cada bombardeo
destrozarse las manos
sólo para arañar
la raíz
arrancarse las crías sólo para que prevalezca
la propia
la muerte en off
es fraccionar luego en la casa
para que todos puedan
comer
de ese pan que no tiene religión
ahora
ser republicano es un pecado
el cielo bate nubes en su contra
y el fuego se lleva las casas
como marcas judías
si el ángel negro es
el que delata
aún en su propia familia al traidor
la diagonal que gira hacia el océano
es un puerto y su gente
escapando
como sea posible
como puedan
-el grito que no cesa-
polizones del mundo
(¿emocionarse?)
retornar la memoria
sólo
para sorber la lágrima caliente
en manos de la abuela
la viuda (que ya fui)
y elegir su dolor para calmarla
-que duerma en paz- le digo
-y el grito que no cesa-parece
que ya está
la muerte en on ahora
justifica mi canto
-que ya es suficiente
que te duermas en paz-le digo.
*
a Juan Rulfo
-el camino va o viene según parezca-dice
-preciado el don de entender
la gramilla como si el cielo fuese-dice
-vine a comala
a buscar a mi padre-
y le da un fustazo a la bestia
(que va, ¿o viene?)
-mi padre es también el tuyo- dice
(¿el que se va a desmoronar?)
preciado el aire que tenían ahí abajo
donde la calavera toca los abusos
y ella parece enloquecer
ahora está muerto el hermano
(¿y qué los otros?)
-vine a comala-dice
y el cuervo repite-cuar cuar cuar-
va o viene el camino
y murmuran arriba
buscando al padrecito
para que él perdone la falta
-siempre se estuvo yendo- dice ella
vine a comala a buscar el páramo paterno
esta desolación reducida a escombros
diosito
y el calor como infierno de arcilla
me come los bordes de la cara
siempre andamos buscando a ese padre
sin ver el cielo azul
en las arterias
(el camino va o viene
interminable).
Silvia Castro
PISAGUA
1
cuesta hacer pie
la montaña cae
Rolling Stones
y gritos sin público
los pescadores callan
una canción no cuenta nada
a nadie
los niños saltan para ver más allá
el mar es una cama elástica
un ta te ti
de cruces
sin círculos
todos perdieron
el cuerpo
aquí
2
el viento devuelve los cuerpos
voces de arena
charqui salado
la ruta lateral
abre y cierra
montaña y mar
una delgada franja azul
como una caja de música
suena y no suena
se ve
y no
3
un campo de concentración no es un lugar
es todo lo que se puede morir estando vivo
todo lo que se puede vivir estando muerto
4
Pisagua en aymara
significa tierra sin agua
Tarapacá
ave que planea
en el calabozo
ya no quedan puertas ni ventanas
un cóndor vigila el lente de la cámara
posado en un dintel
no se espanta
se abre lentamente
entrega todo su plumaje desplegado
desafía la respiración del cristal.
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