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Foto del escritorJennifer Garcia Acevedo

Ocho poetas argentinas contemporáneas

Actualizado: 30 nov 2022

Selección de Jennifer García Acevedo


Yanina Audisio


COMO SI HUBIÉRAMOS ALCANZADO LA VICTORIA, alguna victoria que fue antes una luz temerosa en la pared de la casa más abandonada o de la espalda más fuerte que hubieras aferrado de serte concedida.

Como si no pudiéramos salir de una viciosa distracción, alguna distracción que será después la trampa menos esperada, la adherencia de un cuerpo que responde a lo que responde, la lealtad feroz de una ternura desobedecida.


EL ANIMAL SINGULAR QUE COMPONGO para rodear al tuyo sufre de extrañas picazones. Si alguien nos mirara no entendería qué hace un ave acuática peleándole al barro el rocío. Pero nadie nos mira. Esa falta de un ojo en lo alto te hace temblar: las leyes aquí son nuestras. Nos alimentamos con la fruta de la desesperación, dulce en mí, amarga en vos. El animal que no soltás celebra funerales. Si alguien nos mirara no entendería qué hace un búho despierto por la tarde. Pero nadie nos mira. Esa falta de mundo me hace temblar: las culpas aquí son nuestras. Y el paisaje no tiene escapatoria como no tiene nidos ni tiene guaridas, los animales que componemos van a cegarse enteros hacia la sucia luz.


Raquel Jaduszliwer


Ya viste cómo se hunde la luz en sus esporas,

cómo la absorben íntegra y cómo fuiste testigo

de un desvanecimiento, de bruces, boquiabierto

ante la cualidad bifronte que reside en las cosas.

Porque las cosas están de un solo lado. Del otro,

en su lugar queda un cuenco de hierro,

una vasija para que deposites tu pregunta,

una moneda por la que nada te darán.

Y hay un cono de sombras con su luz más tardía

y hay un manto pesado. La noche

terminará arrojándolo sobre nuestras cabezas,

como en cámara lenta, en círculo y en cruz.


*

Padre,

entonces cómo haremos

para seguir hablando de la luz.

Estas son las semillas de una especie cansada,

flotan por encima de la realidad. Se supone que es hora

de salir a la búsqueda de un carbón encendido,

de una yesca en su punto lumínico,

de una iluminación. Algo con qué alumbrar

aunque traiga el incendio.


Gisela Galimi


Tengo en la manga del saco

una moneda.

No está del lado de las cosas,

se ubica entre el paño y el forro

en ese espacio extraño

donde puedo palparla

nunca más

veré su brillo

tocaré el metal

o la dejaré partir.

No tengo idea de cómo

llegó hasta ese sitio

pero alguien debe haber cosido

el camino de vuelta

porque no logro

encontrarle una salida.

La tomo en mi mano

pero no la toco

siento la dureza

acaricio el canto

y reflexiono:

así vos después de la muerte,

en ese espacio extraño

del otro lado de las cosas

siempre a la altura de mi mano

eternamente lejos.


*

Desde niña me acompaña una muñeca

como yo rosa y blanca,

a veces fría.

Con forma de extranjera carga

baldes de agua en la manos tensas.

Mi hijo le escribió una mañana

con crayón sobre la cerámica

"linda es la que lucha"

y después

lo borró

por un pudor atávico

de seguir hombre dando indicaciones.

Al limpiarla estos días se rompieron

las cuerdas doradas

que unían los baldes a las manos

Pensé con qué remplazarlas:

si cordones más pobres,

si hilos de agua.

Tras meditar un rato la tarea

decidí que es bella así

sin hacer nada

con derecho a ser amada sin esfuerzo.

Mientras escribo

ambas descansamos.


Marta Miranda


NO RECUERDO LA SONRISA DE MI PADRE


Aunque la enfermedad lo devoraba

siempre ponderé

la belleza de mi padre:

sus grandes ojos

sus manos alargadas

el aire irónico con que miraba el mundo


Desde su silla de ruedas

si alguien cometía una torpeza,

cosa frecuente dado el lugar

las circunstancias,

si me miraba en esas circunstancias

sonreía calladamente

yo tomaba ese gesto como una señal de bienvenida,

de ser parte de su mundo


Sin embargo

no recuerdo su sonrisa, digo,

lo material

de su sonrisa


¿Sus dientes eran amarillos

o parejos?

En el recuerdo

la sensación es de felicidad

pero la imagen congelada

al mirarme

es la sonrisa que ofrecemos al perro abandonado

que al cruzarnos en la calle nos sigue

mueve la cola, no nos muerde


Creo que es suficiente

con saber que mi padre sonreía

más allá del recuerdo

para poder creer en la regla de bondad

de todas las sonrisas

de todos los perros

de todos los padres de este mundo.


EN EL REFUGIO


Sentadas una junto a la otra, descalzas

todavía mojadas por la lluvia

miran el trajinar de hombres y mujeres

buscando un rostro en donde anclar


Todo es nuevo

la ropa que se han puesto, las mantas

las tazas en las que ahora toman el café

objetos

que aferran temblorosas

como si hubiesen perdido la costumbre

de tener entre las manos

algo que les pertenezca


Una peineta en forma de mariposa

guardada con esmero en el fondo del morral

es toda la certeza

de que hubo alguna vez

un fogón, una mañana


Por fuera de la casa

la vida siempre será prestada


cargados en la espalda

sólo los fantasmas viajan

de una población

a otra.


Ana Arzoumanian


I

Todo comenzó con una mentira,

fumigando.

Bocanadas de tufo entre las manos,

la combustión de los mazazos

sobre el país vaciado

de los cuerpos;

el golpe religioso

de la desinfección.


II

Lo malo en ella era

que respiraba por la herida,

ese punto ciego llagado de la piel,

la estopa pelviana de sus pelos.

Un soplido hurga en los recodos

y salvo el retardo,

la esquiva deserción de las batallas,

nada se deja sentir.

Lo malo en ella era

que un grosor amontonado de la sed

la tocaba en lo vivo.

Y ahí, en la pequeñez,

en la nonada del resguardo,

es tieso cada instante

en el que ella cierra en falso

la rozadura


III

Tienda de carne

y dedos pegoteados

en sangre seca,

moscas que zumban

sobre tripas,

y el agotado semen magro

que se le zampa y le apesta.

En lo preñado de sus vísceras

el maternal inventario íntimo

del desamor.


María Casiragui


LOS PADRES


Entrar por atrás a la casa sin avisar a nadie,

mirar por la ventana de afuera,

como una espía.


Ver así, a tus padres de espaldas

mirando la televisión a medianoche,

sus nucas siamesas

atestiguando la misma balsa

los mismos duelos de vaqueros

mientras afuera gira el mundo su ruleta rusa

ellos se resguardan

en su casa de leche y su sillón de azúcar.


Ya ni recuerdas por qué has ido.

También tienes tu película,

frente a tus ojos.

La película más larga de tu vida.


Ellos, en esa casa tan grande,

tan silenciosa, esa que antes desbordaba.

Ellos, se están dando la mano

tienen el pelo blanco

quizás se han peleado esa tarde,

quizás todavía estén peleando.


Verlos así, tan claramente

y no poder mostrarles el espejo


ni girarles


el sillón


al infinito.


*

VIII


En estas intemperies

quien persigue un ave

se exilia de sí mismo.

Es un triste que no puede verse hombre


​un hombre que no puede verse triste.


Por eso se le acerca

con lentes, con lupas, con disparos


creyendo que sólo por volar, las aves son felices.


Pero no caben, juntos, el triste y el ave

en el reflejo del lago


su sombra

eclipsa nuestra sombra

y todo lo que éramos.


El aire no alcanza

La tierra no alcanza.


El infinito

(de quedarse solo)

tampoco soportaría la eternidad.


Ana Guillot


La muerte en off

es ese campo neutral

donde todo permanece

inalterable

la viuda corre el grito

sin garganta

-el grito que no cesa

el grito-

pasos y pueblos, kilómetros distantes

sólo para conseguir

cebollas en el vientre

algo de carne en los bolsillos


la muerte en off

es el aterrador silencio

que acota cada bombardeo

destrozarse las manos

sólo para arañar

la raíz

arrancarse las crías sólo para que prevalezca

la propia


la muerte en off

es fraccionar luego en la casa

para que todos puedan

comer

de ese pan que no tiene religión

ahora

ser republicano es un pecado

el cielo bate nubes en su contra

y el fuego se lleva las casas

como marcas judías

si el ángel negro es

el que delata

aún en su propia familia al traidor


la diagonal que gira hacia el océano

es un puerto y su gente

escapando

como sea posible

como puedan

-el grito que no cesa-

polizones del mundo

(¿emocionarse?)



retornar la memoria

sólo

para sorber la lágrima caliente

en manos de la abuela

la viuda (que ya fui)

y elegir su dolor para calmarla

-que duerma en paz- le digo

-y el grito que no cesa-parece

que ya está


la muerte en on ahora

justifica mi canto

-que ya es suficiente

que te duermas en paz-le digo.


*

a Juan Rulfo


-el camino va o viene según parezca-dice

-preciado el don de entender

la gramilla como si el cielo fuese-dice

-vine a comala

a buscar a mi padre-

y le da un fustazo a la bestia

(que va, ¿o viene?)

-mi padre es también el tuyo- dice

(¿el que se va a desmoronar?)

preciado el aire que tenían ahí abajo

donde la calavera toca los abusos

y ella parece enloquecer

ahora está muerto el hermano

(¿y qué los otros?)

-vine a comala-dice

y el cuervo repite-cuar cuar cuar-

va o viene el camino

y murmuran arriba

buscando al padrecito

para que él perdone la falta

-siempre se estuvo yendo- dice ella

vine a comala a buscar el páramo paterno

esta desolación reducida a escombros

diosito

y el calor como infierno de arcilla

me come los bordes de la cara

siempre andamos buscando a ese padre

sin ver el cielo azul

en las arterias

(el camino va o viene

interminable).


Silvia Castro


PISAGUA


1

cuesta hacer pie

la montaña cae


Rolling Stones

y gritos sin público


los pescadores callan


una canción no cuenta nada

a nadie


los niños saltan para ver más allá

el mar es una cama elástica


un ta te ti

de cruces

sin círculos


todos perdieron

el cuerpo

aquí


2

el viento devuelve los cuerpos


voces de arena

charqui salado


la ruta lateral

abre y cierra

montaña y mar


una delgada franja azul

como una caja de música

suena y no suena

se ve

y no


3

un campo de concentración no es un lugar


es todo lo que se puede morir estando vivo

todo lo que se puede vivir estando muerto



4


Pisagua en aymara

significa tierra sin agua


Tarapacá

ave que planea


en el calabozo


ya no quedan puertas ni ventanas

un cóndor vigila el lente de la cámara

posado en un dintel

no se espanta


se abre lentamente

entrega todo su plumaje desplegado

desafía la respiración del cristal.













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