JUAN MANUEL ROCA (Medellín, Colombia, 1946)
Ha sido Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia en 1979, Premio Simón Bolívar de Periodismo en 1993, Premio Nacional de Cuento Universidad de Antioquia en 2000, Premio José Lezama Lima, Casa de las Américas Cuba, 2007, Premio Poetas del Mundo Latino, México, 2007, Premio Casa de América de Poesía Americana, Madrid, 2009 y Ciudad de Zacatecas México, 2009. Es autor de “La farmacia del ángel”, “Las hipótesis de nadie”, “Biblia de pobres” y “Temporada de estatuas”, entre otros libros. Traducido al sueco, inglés, alemán, francés, italiano, polaco, neerlandés, portugués, italiano y árabe. En 2017 fue el poeta homenajeado en el Festival Internacional de Poesía en Costa Rica, en 2018 en el Festival Internacional de Poesía de Marruecos y en el Festival Internacional de Poesía de Jönchoping, Suecia. Actualmente labora en la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia.
LA CAMA
La cama gobierna el paraíso de la casa.
Sin pedirme
el santo y seña
me abre un sésamo
a un país desconocido.
La cama preside
el discreto heroísmo
de las cosas.
Destendida al centro
de una blindada soledad,
resulta bella
como el desgreño
de una mujer
que no acude
a la argucia del espejo.
Duermo con ella
como un expedicionario.
De mis viajes le traigo
la flor de mi cansancio.
¡Cuántas
puertas sucesivas
debo atravesar
para llegar
a su tendido y desnudarla!
Algunos enfermeros
creen que padece
de altas fiebres
y permanece postrada.
Yo me zambullo en ella
como quien entra
en la tierra prometida.
La cama asiste a mi
repetida costumbre
de resucitar cada mañana.
La acompaña
un sillón de cuero
que vive sentado
como un reyezuelo danés.
La cama es cuna de sueños
y novias embrujadas.
Punto de partida
de la grieta natal
y del viaje
al sueño sin regreso.
LA CALLE DEL ERROR
(A la hermandad patafísica).
Entre la calle de las certezas
y la avenida de la soberbia,
preferí cruzar
por la vereda del error.
Allí encontré viejos
amigos desconocidos.
Encontré al hombre
que creía posible
inventar un espejo de hielo
Para las muchachas del desierto,
al que quiso caminar
en tres orillas del río,
al que pensó en fabricar
la moneda de tres caras,
al que creyó indeleble
su nombre escrito en el agua,
al hombre que quiso
dejar su cuerpo en casa
para irse de paseo
sin su estorbosa presencia.
Preferí la callejuela
de los equivocados
que el salón de las certezas.
Perseguí las confusas
palabras de uno
que pintó un túnel en un muro
de la cárcel
para ayudar a escapar a sus amigos,
al que tuvo errores de cálculo
en la fabricación
de una bicicleta de viento,
al pintor fracasado que quería
saborear con vino
el pan pintado en la alacena.
Entre la calle de las certezas
y la avenida de la soberbia,
preferí cruzar
por la vereda del error.
Allí encontré, nervioso aún,
al que quiso esconder en un poema
a un hombre a punto de ser fusilado,
al que siempre ignora qué responder
cuando preguntan “quién anda por ahí”,
al ladrón de imposibles,
al que quiso ser jinete de sí mismo
y se dio a galopar en su locura,
al que quiso colorear las vocales
y besar la lejanía,
al ciego que no declaraba
en las aduanas los paisajes
que llevaba en su tacto
y solo quería escribir un libro
hecho de olores y sabores,
al que nunca acertó con el arco
y jamás dio en el clavo de lo cierto.
Entre la calle de las certezas
y la avenida de la soberbia,
preferí cruzar
por la vereda del error.
Allí me encontré viejos amigos
que solo leían en los libros
el colofón de las erratas.
En todos ellos
hay más verdades
que en los hechos comprobados
de nuestra estúpida historia.
EL ASTILLERO
DE LA NAVE
DE LOS LOCOS
Suelta amarras la barca,
su negro velamen
de harapos y mortajas.
La brújula de la razón
está perdida
en las cámaras secretas
de un palacio,
oh, gran señor
de las anclas oxidadas.
Los días no tienen playa
y la pestífera nave
hace aguas,
mascada
por un concilio de ratas.
Es un catafalco de mar
que transporta
muletas y llagas
desde la noche medieval.
Es un triste comercio
de miasmas y miserias,
una barca bautizada
por el Bosco
que quiebra en su proa
una botella
de agua envenenada.
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